miércoles, 16 de marzo de 2016

Testimonio vocacional


   En un mundo secularizado, en el cual plagas como la desesperación, las falsas religiones, el estrés y los vicios, azotan el cuerpo de la humanidad, en una sociedad que se encuentra ente un profundo sufrimiento, y que no puede dejarnos indiferentes, el sacerdote, como un hombre escogido de entre los hombres y al servicio de los hombres, tiene una misión especial, la de entregarse y dar testimonio de un gran heroísmo moral para cambiar el rostro del mundo. Tiene la misión de hacer habitar por medio del Espíritu Santo, a Cristo en el corazón de los hombres, y hacer al hombre partícipe de la felicidad celestial.
   La llamada, por parte de Dios, a esta santa labor, va dirigida a todos los hombres. El don del sacerdocio supera las palabras. Es digno del don del sacerdocio, el que ha escogido la cruz de Cristo y decidió seguirle hasta el final, sin importar los obstáculos y las dificultades que aparecen en su camino. Así como la medicina es la ciencia de sanación del cuerpo, el sacerdocio es la ciencia de sanación del alma.
   Me llamo Cosmin, tengo 23 años, soy seminarista rumano en la Archidiócesis de Zaragoza, y estoy estudiando el quinto curso. Me considero una persona muy feliz, al haber descubierto que Dios me ha llamado para servirle a Él y a los demás en el ministerio sacerdotal. Dios me ha llamado desde pequeño a ser sacerdote, a los 9 años, y me ha guiado, hasta el momento presente, en seguir este camino tan especial. Parte del agradecimiento lo doy a mis padres y a mis abuelos, que desde pequeño me llevaban todos los días a misa, y me pusieron los cimientos de verdadero cristiano. Cuando regresaba a casa después de la misa, me ponía la sábana, preparaba en una silla un vaso de agua,  un poco de pan, y con un libro pequeño empezaba a imitar la misa. Cuando recuerdo esos momentos me rio a veces de lo que era capaz de hacer. Y con el tiempo esa semilla creció dentro de mí, en primaria y secundaria note como algo especial dentro de mí, me hacía sentir distinto de los demás. Después entré en el seminario menor de Rumanía, donde durante 4 años recibí una formación rigurosa que me transformó en una persona equilibrada en todos los sentidos. Me platee venirme a España a continuar los estudios en el seminario mayor, ya que mi padre trabajaba aquí, pero también por la necesidad de vocaciones sacerdotales. Y aquí estoy, en mi quinto curso, feliz y lleno de entusiasmo, y preparándome para ser un muy buen sacerdote. Hay tentaciones, hay distintos obstáculos, pero cuando uno sabe hacia qué y donde se dirige, nada es imposible, y sale además más contento y fortalecido. Todo por amor a Cristo y a los demás.
   Queridos jóvenes, estáis en la edad en la que es más difícil escuchar la llamada que Dios os hace, y esto debido a las distintas distracciones diarias y a lo que la sociedad nos enseña. No os alejéis de la Iglesia, no ignoréis el llamado de Dios, porque Él quiere vuestra felicidad.
   La vocación es una llamada a la que respondes, no es algo inventado, sino un gran tesoro que encuentras. Pregúntate: “¿Señor, que quieres que haga?”
   EL MUNDO NECESITA SACERDOTES. Cristo sigue llamando, y TÚ puedes ser el protagonista de una nueva historia. Atrévete a responderle, porque la vocación no acaba aquí, es solo un comienzo.
“Ven y sígueme, y cuando lo hagas, no tengas miedo (Mc 10,21)”.